Con más de 30 años a sus espaldas dedicados al sector agrario, María José Poblet terminará en unas semanas su función como jefa de servicio de modernización de explotaciones del Gobierno de Aragón. Es un puesto al que llegó tras sacarse la carrera de ingeniera agrónoma y de trabajar durante muchos años como funcionaria en diferentes ámbitos dentro de la administración. Ahora, a punto de abandonar su despacho, hace balance de su trayectoria.
¿Por qué te decides por una ingeniería agrónoma?
“Por descarte (risas). Yo soy de Madrid y tenía claro que quería una ingeniería y elegí ésta porque tenía más diversidad. Me gustaba mucho el tema de la industria alimentaria y me llamaba la atención, pero no tenía una pasión previa. Soy de las personas que cuando se pone a hacer algo cada vez le va gustando más, pero no soy vocacional. Tanto el Programa de Desarrollo Rural (PDR) como la concentración parcelaria no fueron vocacionales y, sin embargo, terminaron apasionándome”.
¿Cómo fueron tus comienzos?
“Empecé en Monegros porque por aquel entonces la Diputación General de Aragón (DGA) aún no tenía competencias para convocar oposiciones y luego, cuando ya pudieron, fui de la primera oposición de la DGA. Tampoco existía la Oficina Comarcal de Agricultura (OCA) por lo que en ese momento alquilaron un local y se acondicionó para una oficina y estábamos ahí los que hacíamos concentración parcelaria y Monegros II. Ahí aprendí mucho, entras en contacto con la realidad, y el trato con la gente en la concentración parcelaría enseña y es muy gratificante”.
Fuiste una de las primeras mujeres en trabajar en un mundo de hombres por aquel entonces ¿cómo ha sido el cambio de la mujer en este sector y cómo ha sido su incorporación?
“Creo que ha habido grandes cambios en el papel de la mujer en este sector. Sobre todo en la ganadería, donde estábamos acostumbrados a cosas muy puntuales y ahora han entrado con fuerza. La tecnología ayuda porque no es lo mismo cuando tenían que cargar las pacas de paja al hombro que ahora que es todo con máquinas y eso es una realidad que no podemos obviar. Pero la mujer agricultora, que apoyaba al marido y que iba al campo y que iba a ver cómo estaba el campo, ha existido siempre pero no la hemos visto y a ellas mismas si les dijeras que son agricultoras dirían que son amas de casa. Este concepto ha cambiado totalmente, ahora reivindican el papel de agricultoras y además ejercen como tal. Es muy bueno que las personas, sean del sexo que sean, puedan elegir qué es lo quieren ser y hacer”.
¿Cuáles han sido los mayores hitos durante todos estos años?
“La parte tecnológica. Pasamos de no saber hacer nada con ordenador a no saber hacer nada sin él de la noche a la mañana por lo que considero que tecnológicamente se ha hecho muchísimo. Desde el punto de vista social, ha cambiado más la sociedad que la administración. Cuando yo entré, los agricultores tenían como cierta vergüenza de ser de pueblo y ahora hay una autoestima más elevada y el agricultor no tiene ningún reparo en venir, llamar y hablar, afortunadamente. Por aquel entonces tenían vergüenza de todo y había menos formación y menos cultura. Por parte de la administración, ha cambiado, pero no tanto como debería. Sigue siendo muy rígida en muchas cosas”.
La creación de proyectos como el PDR y todo el trabajo que se ha hecho ¿ha favorecido este cambio?
“Creo que todos los trabajos de desarrollo rural o el Leader han puesto en evidencia en la sociedad urbana las ventajas de la sociedad rural y con esto se ha visto una consecuencia clara. Yo he tenido gente que me ha dicho que cuando venía a la ciudad decía que era estudiante y no ganadero, ahora eso no pasa porque la sociedad es más culta y porque, además, la formación en el mundo rural es una realidad, hay una cultura más amplia y un mayor conocimiento de las cosas, creando más intercambio entre lo rural y lo urbano. Antes eran mundos mucho más separados. La gente está volviendo a los pueblos, pero ya no porque se les esté promoviendo, sino porque los pueblos están cambiando mucho”.
¿Cómo ha evolucionado el PDR?
“El contenido no es tan diferente a lo que se hacía antes. La incorporación de jóvenes, el pago a las zonas desfavorecidas o los regadíos se llevan haciendo desde 1985. Tenemos poca imaginación y por eso digo que la administración no ha cambiado tanto como debería. Sí que ha cambiado la forma de articularlos, ahora se hace con más cooperación, se justifica el porqué, los objetivos, los indicadores que deben materializarse, y al tema de asesoramiento y formación sí que se le está dando una vuelta especial. El concepto sí que ha cambiado totalmente. Cuando yo llegué se llamaba infraestructuras agrarias, pero ha cambiado más la parte ideológica que lo que se hace en realidad. Se siguen haciendo regadíos, pero ahora se dice que es para el desarrollo rural y antes era para hacer infraestructuras”.
¿Con qué has disfrutado más dentro del PDR?
“En cuanto a decisiones en las que he participado creo que la generación de los Proder fue lo que más satisfacción me dio. Estábamos con la ilusión de que el modelo Leader tuviese más recorrido y que fuese aplicable a todo el territorio y nos exigió el ir, el convencer, el creer en el modelo de abajo a arriba, escuchar a la gente y para mí fue lo más creativo. Pero de lo que más satisfecha me encuentro y lo que considero mi amor administrativo es del Programa 5b”.
¿Y con lo que menos?
“El Leader a mí me supuso un cierto desencanto. Cuando se integró todo en el PDR lo hicimos con mucha ilusión, pero después se burocratizó todo mucho”.
¿Cómo se vivió la llegada de Europa y los fondos europeos?
“Desde mi punto de vista, ha habido un cierto retroceso. Lo que viví era mucho más ambicioso que lo de ahora. Cuando empecé a gestionar los fondos de desarrollo rural se llamaba el 5b, era el periodo de 1989 a 1993 y del 1994 al 1999. Cuando llegué a Zaragoza vine a gestionar esos fondos, junto a la concentración a nivel regional; la cohesión económica y social de la Unión Europea estaba fundamentada en cinco objetivos. El número 5 era el desarrollo en la agricultura, el 5a la agricultura en sí misma y el 5b el desarrollo rural, y dentro de este último estaban los regadíos y la concentración, pero también estaban las carreteras, todo el FEDER, el fondo social y participaba la administración general del estado y las administraciones locales. Era un superproyecto donde se hacía todo tipo de actuaciones, desde líneas eléctricas, autopistas, vías de tren,… hasta consultorios médicos. Esto duró hasta el año 1999 y desapareció, y empezó la Agenda 2000, que hizo que pasáramos de ser un objetivo fundamental para el desarrollo económico y social del conjunto de la Unión Europea a ser sólo el segundo pilar de la Política Agraria Común (PAC)”.
Tanto con la pandemia como con la guerra de Ucrania ¿la Comisión Europea se está volviendo a dar cuenta de la importancia que tiene la agricultura, la ganadería y la agroindustria?
“Espero que sí. En la Unión Europea hay una revolución absoluta. Cuando entré éramos doce países y ahora somos veintisiete, y eso ha exigido una evolución y creo que ahora está en un proceso de hacer un cambio en profundidad que era necesario porque hemos pasado unos años en los que la Comisión ha estado perdida y creo que ahora, más la guerra de Ucrania que la pandemia, va a provocar una mayor cohesión europea y que se den cuenta de que tenemos que ir juntos y de que el sector primario tiene una importancia vital y no se puede ser una gran potencia si no se tiene un mínimo de recursos productivos”.
¿Volverías a elegir esta profesión?
“Sin duda alguna. Creo que ahora hay muchas oportunidades, pero lo haría con la edad que tenía entonces. Estamos en un momento que hay que aprovechar, pero tengo dudas de que se haga; no soy muy optimista en este sentido. Creo que volveremos otra vez a reubicarnos en la comodidad de lo que ya se está haciendo, pero por otro lado quiero pensar que los nuevos funcionarios que me sustituyan sean más proactivos. A veces mover esta administración cuesta muchísimo con cualquier cosa que se quiera cambiar”.
¿Te vas con la sensación de haber conseguido los objetivos personales?
“El balance que hago es muy positivo. Creo haber hecho muchas cosas bien y, si miro a la sociedad de antes, no dudo en que ha habido un cambio abismal. Dentro de la administración el cambio es más lento, pero sin duda alguna creo que es una administración mejor que la que había cuando yo llegué. El cómo ha cambiado mucho y para bien. En el contenido es con lo que me quedo con la espina clavada de pensar si podíamos haber hecho otras cosas que no hemos sido capaces de ver para poder ayudar a la agricultura de una manera más ágil”.
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