Es una apuesta de la Cooperativa Niño Jesús por la diversificación de su actividad económica. Esta entidad, de la localidad zaragozana de Aniñón, quiere aprovechar la altitud en la que se encuentra para tener un segundo corte y así prolongar la campaña de espárrago verde hasta principios de noviembre (la temporada habitual es de marzo a junio).
Pablo Latorre, directivo de la Cooperativa, explica que “el primer corte de este cultivo se hace justo antes de comenzar la campaña de la cereza; y el segundo a partir de septiembre, tras acabar con el melocotón y antes de la vendimia”.
La apuesta por el espárrago verde radica igualmente en la creación de empleo, tal y como señala José Manuel Sebastián, uno de los agricultores pioneros.
Además, el pedrisco y las heladas, que son los principales enemigos de los frutales, no se ceban con los espárragos, por lo que hay más garantías de producción.
Desde la Cooperativa Niño Jesús se concluye que “todo son ventajas, dado que el espárrago de otoño (que llegará a los mercados desde septiembre hasta principios de noviembre) se producirá cuando no haya género español, con lo que el agricultor tendrá garantizada su salida”.
Pablo Latorre añade que “desde las instalaciones de la Cooperativa nos ocupamos de calibrar los espárragos, enfajarlos en mazas y comercializarlos; las primeras partidas llegan a Eroski, Mercazaragoza y Mercamadrid, donde ya hay compradores a la espera”.
Este año se estima una producción de unos 30.000 kilos.
Actualmente la Cooperativa Niño Jesús, de Aniñón, produce cerezas, melocotones, ciruelas y manzanas; en septiembre comenzará la vendimia; y se recogerá la almendra y la oliva.
Esta entidad, nacida en 1978, se ha convertido en el motor económico principal de Aniñón, con más de 2,5 millones de euros distribuidos entre sus 200 socios (en una población que apenas pasa de los 800 habitantes).
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Editorial de UPA: “Se nos acaba el tiempo”
UPA firma un nuevo artículo, que lleva por título “Se nos acaba el tiempo”. Aparece publicado en el número 293 de la revista “La tierra de la agricultura y la ganadería”, de la que la propia UPA es la editora. Dice así:
“Por supuesto que siempre ha habido sequías, incluso prolongadas durante varios años, calificadas siempre como históricas desde que hay registros. Por supuesto que los agricultores y ganaderos españoles estamos más que habituados, probablemente como ningunos en Europa, a sufrir la dureza extrema de los fenómenos climáticos de todo tipo. Por algo, con todas sus carencias y defectos, tenemos el mejor sistema de seguros agrarios de la Unión Europea.
Pero hace tiempo, mucho tiempo, que los problemas puntuales con las alarmas climáticas, como la grave sequía de este año, no hacen sino advertirnos de que nos enfrentamos a una situación inédita. Se observa un cambio en el comportamiento del clima provocado por nosotros, los seres humanos, con un desarrollo de actividades de doble cara: por una, nos ha ayudado a progresar y mejorar; y, por otra, ha generado agresiones terribles a la sostenibilidad medioambiental.
En definitiva, que la sequía que estamos sufriendo en España es histórica, sin duda, y que supone un enorme perjuicio a todos los sectores agrícolas y ganaderos; y por extensión al conjunto de la sociedad, porque a veces se olvida que de nuestros cultivos y nuestro ganado depende la alimentación sostenible y a precios justos de toda la población, en España, y en buena parte de Europa y el resto del mundo, que por algo somos una potencia exportadora de alimentos.
También es de valorar y agradecer la rapidez con la que se ha gestionado desde el Gobierno la puesta en marcha de ayudas directas, con prioridad para la agricultura familiar, presionando a su vez a las comunidades autónomas para que actúen en consecuencia.
Todo esto está muy bien. El problema es que estamos hablando de algo mucho más grave, que amenaza nuestro futuro y es necesario actuar ¡ya! con el horizonte en el futuro, en las nuevas sequías por venir, las olas de calor, las lluvias torrenciales que destrozan todo a su paso. En resumen, se ha acabado el tiempo de hablar del cambio climático para actuar sobre el terreno en la adecuación y mitigación, como venimos defendiendo en UPA con nuestros programas sobre la materia.
Hay que actuar sobre los planes hidrológicos, las inversiones en mejora de los actuales y puesta en marcha de nuevos sistemas de regadío más eficientes. Hay que aprovechar todas las oportunidades que ofrecen los progresos tecnológicos, que son muchos y vendrán más, para sacar el máximo rendimiento a cada gota de agua. Hay que acabar con la especulación y los usos indebidos, y aplicar criterios sociales y solidarios entre territorios para que nadie se quede fuera del acceso al agua imprescindible para producir alimentos.
Y todos, desde dentro del sector, las instituciones y lo que antes se denominaba opinión pública, debemos trabajar para evitar que se consoliden falsas verdades en torno al derroche de agua en el campo, al supuesto despilfarro de los regadíos o a la inconveniencia de producir alimentos para la ganadería.
Sólo desde una visión responsable y realista seremos capaces, en definitiva, de dejar de hablar de sequía en cuanto caen cuatro gotas y la ilusión óptica del asfalto mojado durante un rato hace creer que en el campo somos muy exagerados. Estamos ante una tremenda encrucijada, que sí que es histórica, y de nuestra capacidad de respuesta sostenida en el tiempo depende, sin duda, el camino a recorrer en el futuro”.