Es la principal conclusión de una investigación que ha llevado a cabo la Universidad de Córdoba y que ha estado dirigida por Francisco Márquez. Se han estudiado durante cuatro años las diferentes regiones olivareras andaluzas. Tras realizar este trabajo de investigación, se afirma que “el uso de cubiertas vegetales, además de reducir la erosión y la escorrentía, frena la pérdida de carbono orgánico del suelo en comparación con el laboreo”.
La Universidad de Córdoba da los detalles siguientes sobre esta investigación:
“Los suelos agrícolas sostienen la vida con la producción de alimento pero también tienen un papel esencial frente al cambio climático. Actúan como sumideros de carbono, almacenando grandes cantidades de carbono y reduciendo su concentración en la atmósfera. En el suelo, ese carbono es el principal indicador de su fertilidad, por lo que un aumento de la concentración de este elemento implicaría más alimento y un aire más limpio.
En el olivar mediterráneo se dan altas tasas de erosión debido a una tormenta perfecta: un clima con episodios de lluvias intensas, la orografía de muchos olivares de montaña (con pendientes elevadas) y la labranza convencional (que deja el suelo desnudo, fomentando la escorrentía, el arrastre de tierra y la pérdida de carbono orgánico asociado al sedimento).
Con el objetivo de conocer si las cubiertas vegetales (establecer vegetación en las calles del olivar, para no dejar el suelo desnudo) eran una buena estrategia para frenar la pérdida de carbono orgánico del suelo por erosión, un equipo coordinado por el investigador Francisco Márquez analizó durante cuatro años los efectos de las cubiertas vegetales en la pérdida de carbono orgánico del suelo en comparación con el uso del laboreo convencional.
La conclusión es que las cubiertas vegetales no sólo reducen la erosión y la escorrentía, sino que también disminuyen la pérdida de carbono orgánico del suelo en tres cuartas partes en comparación con el laboreo. Los datos del estudio revelan que las cubiertas vegetales en el olivar mediterráneo disminuyeron la escorrentía en un treinta y siete por ciento, y la erosión en un ochenta y cinco por ciento, frenando también la pérdida de carbono en un setenta y seis por ciento”.
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