Diario del Campo

Fundado en 2012 por Alberto Cebrián

jueves, 1 de junio de 2023

Diario del Campo

Fundado en 2012 por Alberto Cebrián

jueves, 1 de junio de 2023

Joaquín Goyache: ‘Es falso imputar a la ganadería el calentamiento global’

La plataforma Carne y Salud continúa con su campaña de reconocimiento del sector ganadero y cárnico. Hace pública una tribuna de Joaquín Goyache, rector de la Universidad Complutense de Madrid, catedrático del Departamento de Sanidad Animal de la Facultad de Veterinaria y miembro del Centro de Vigilancia Sanitaria Veterinaria (VISAVET).

En el artículo de opinión, Joaquín Goyache pone sobre la mesa las inconsistencias de las creencias sobre las consecuencias medioambientales negativas del sector ganadero en comparación con otros sectores. El texto dice así:

Lamentablemente, las sociedades asumen muchas fábulas que se incluyen en el acervo popular pese a su inconsistencia científica. Se elevan a la categoría de verdades absolutas que no pueden discutirse.

Es verdad que la opinión pública debe estar informada sobre las consecuencias medioambientales del desarrollo sobre la emergencia climática en la que nos encontramos.

El sector agropecuario no es neutral en términos medioambientales y los ciudadanos deben ser conscientes de ello.

Desafortunadamente, diversos informes que concluyen que la producción ganadera tiene un mayor peso en la producción de gases con efecto invernadero que el transporte, la energía u otras industrias han tenido gran repercusión mediática y social.

Muchas veces, el contenido de esos informes se ha deformado y aplicado fuera del contexto en que se realizaron.

Y es que no es lo mismo, por ejemplo, la huella climática de la producción animal en un país pequeño con mucha ganadería y poca población (y, por lo tanto, con menos industria y transporte), que en un país más poblado donde el peso del impacto de la producción ganadera es, proporcionalmente, mucho menor.

Este estigma afecta especialmente a la producción cárnica que aprovecha grandes extensiones de terreno y a la que se responsabiliza de la deforestación.

Se estima que la producción animal es responsable de entre el 9 y el 14 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el hombre.

Las conclusiones de los estudios varían enormemente según las metodologías y las regiones en las que se realizan.

Se llega a responsabilizar al sector ganadero de producir, globalmente, más del 50 por ciento de gases de efecto invernadero. Estos máximos son irreales (por no decir ridículos).

Por el contrario, la combustión de combustibles fósiles para energía y transporte es responsable de casi el 65 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el hombre.

Lógicamente, la participación de la producción ganadera en la emisión de gases de efecto invernadero es pequeña en los países desarrollados (por ejemplo, se considera que tan sólo representa el 3 por ciento en los Estados Unidos), cuyas emisiones se deben, fundamentalmente, al uso de energías fósiles (alrededor del 80 por ciento).

Por lo tanto, la producción ganadera contribuye (como cualquier actividad humana) al calentamiento global, pero muchísimo menos que los sectores de la energía y el transporte, por no hablar del gran impacto que en este aspecto tiene la deforestación.

Es falaz imputar al sector ganadero una responsabilidad en el calentamiento global que, simplemente, no tiene.

Muchos informes simplifican notablemente la situación, exagerando (bien por emplear enfoques metodológicos deficientes o por intereses espurios) los impactos negativos del ganado en el medio ambiente e ignorando los numerosos aspectos positivos.

Frecuentemente, no se tienen en cuenta en los análisis que la producción animal no sólo proporciona carne, leche o huevos, sino, también, otros muchos bienes (piel, lana, tripa o estiércol, entre otros) y servicios de valor añadido esenciales en gran parte del globo (fuerza de trabajo para arar o transporte, por ejemplo) que son fundamentales en nuestra sociedad y, principalmente, en los países en vías de desarrollo.

Los animales de abasto, por supuesto también en nuestro país, suelen integrarse estrechamente en los ecosistemas como, por ejemplo, fuentes de fertilizante orgánico y consumidores de subproductos de cultivo.

Por lo tanto, para estimar con precisión la huella climática de la producción animal se debe valorar las emisiones de producciones alternativas (por ejemplo, estiércol versus fertilizantes industriales, cuero versus fibras sintéticas derivadas de hidrocarburos, lana versus microfibra,…).

Consecuentemente, la realidad es muy distinta. La gran mayoría de los países desarrollados no han experimentado en las últimas décadas cambios significativos de uso de la tierra para dedicarlas a la producción ganadera.

Indudablemente, este hecho afecta masivamente a las regiones del planeta menos favorecidas, zonas donde una población creciente vive en permanente urgencia alimentaria y demanda una mayor producción de carne.

No se tiene en cuenta que la producción ganadera moderna ha experimentado una notable mejora de la eficiencia: El número de animales necesarios para producir los productos que satisfagan las demandas sociales ha disminuido significativamente.

Aunque las sociedades desarrolladas asumen lo contrario, la intensificación sostenible de una producción ganadera compatible con el bienestar animal brinda grandes oportunidades para mitigar el cambio climático reduciendo la deforestación, contribuyendo a largo plazo a una utilización sostenible de los ecosistemas.

Al mismo tiempo, la investigación más rigurosa debe informar a la sociedad de la importantísima contribución de la producción ganadera extensiva y sostenible a la conservación de ecosistemas de alto valor y la biodiversidad.

El sector ganadero, por su parte, debe esforzarse en evolucionar con la sociedad adoptando métodos de producción transparentes como resultado de una investigación rigurosa y un debate científico y profesional abierto.

Por lo tanto, la solución a medio y largo plazo solo puede pasar por la potenciación de la investigación multidisciplinar, que no sólo incluya a veterinarios, ingenieros agrónomos y economistas, sino también a medioambientalistas, comunicadores, sociólogos y legisladores, que proporcione soluciones a este problema transversal, colaborando estrechamente con el sector productivo y los gobernantes, para que de este modo puedan diseñar políticas adecuadas para el futuro de un sector imprescindible.

Mientras tanto, se debe profundizar en el debate transparente sobre la producción ganadera y el cambio climático, informando a la opinión pública con mayor precisión, y tratando de contrarrestar, desde el sector productivo y las administraciones, las numerosas informaciones malintencionadas emitidas sin ningún tipo de base científica”.

Joaquín Goyache, rector de la Universidad Complutense de Madrid, catedrático del Departamento de Sanidad Animal de la Facultad de Veterinaria y miembro del Centro de Vigilancia Sanitaria Veterinaria (VISAVET).

12 de mayo de 2020

Otras noticias

Editorial de UPA: “Se nos acaba el tiempo”

UPA firma un nuevo artículo, que lleva por título “Se nos acaba el tiempo”. Aparece publicado en el número 293 de la revista “La tierra de la agricultura y la ganadería”, de la que la propia UPA es la editora. Dice así:

“Por supuesto que siempre ha habido sequías, incluso prolongadas durante varios años, calificadas siempre como históricas desde que hay registros. Por supuesto que los agricultores y ganaderos españoles estamos más que habituados, probablemente como ningunos en Europa, a sufrir la dureza extrema de los fenómenos climáticos de todo tipo. Por algo, con todas sus carencias y defectos, tenemos el mejor sistema de seguros agrarios de la Unión Europea.

Pero hace tiempo, mucho tiempo, que los problemas puntuales con las alarmas climáticas, como la grave sequía de este año, no hacen sino advertirnos de que nos enfrentamos a una situación inédita. Se observa un cambio en el comportamiento del clima provocado por nosotros, los seres humanos, con un desarrollo de actividades de doble cara: por una, nos ha ayudado a progresar y mejorar; y, por otra, ha generado agresiones terribles a la sostenibilidad medioambiental.

En definitiva, que la sequía que estamos sufriendo en España es histórica, sin duda, y que supone un enorme perjuicio a todos los sectores agrícolas y ganaderos; y por extensión al conjunto de la sociedad, porque a veces se olvida que de nuestros cultivos y nuestro ganado depende la alimentación sostenible y a precios justos de toda la población, en España, y en buena parte de Europa y el resto del mundo, que por algo somos una potencia exportadora de alimentos.

También es de valorar y agradecer la rapidez con la que se ha gestionado desde el Gobierno la puesta en marcha de ayudas directas, con prioridad para la agricultura familiar, presionando a su vez a las comunidades autónomas para que actúen en consecuencia.

Todo esto está muy bien. El problema es que estamos hablando de algo mucho más grave, que amenaza nuestro futuro y es necesario actuar ¡ya! con el horizonte en el futuro, en las nuevas sequías por venir, las olas de calor, las lluvias torrenciales que destrozan todo a su paso. En resumen, se ha acabado el tiempo de hablar del cambio climático para actuar sobre el terreno en la adecuación y mitigación, como venimos defendiendo en UPA con nuestros programas sobre la materia.

Hay que actuar sobre los planes hidrológicos, las inversiones en mejora de los actuales y puesta en marcha de nuevos sistemas de regadío más eficientes. Hay que aprovechar todas las oportunidades que ofrecen los progresos tecnológicos, que son muchos y vendrán más, para sacar el máximo rendimiento a cada gota de agua. Hay que acabar con la especulación y los usos indebidos, y aplicar criterios sociales y solidarios entre territorios para que nadie se quede fuera del acceso al agua imprescindible para producir alimentos.

Y todos, desde dentro del sector, las instituciones y lo que antes se denominaba opinión pública, debemos trabajar para evitar que se consoliden falsas verdades en torno al derroche de agua en el campo, al supuesto despilfarro de los regadíos o a la inconveniencia de producir alimentos para la ganadería.

Sólo desde una visión responsable y realista seremos capaces, en definitiva, de dejar de hablar de sequía en cuanto caen cuatro gotas y la ilusión óptica del asfalto mojado durante un rato hace creer que en el campo somos muy exagerados. Estamos ante una tremenda encrucijada, que sí que es histórica, y de nuestra capacidad de respuesta sostenida en el tiempo depende, sin duda, el camino a recorrer en el futuro”.

31 de mayo de 2023 |
Ir a Arriba