Investigadores de la Universidad de Córdoba han analizado suelos con déficit de zinc y han hecho pruebas para conocer cuál es el equilibrio fósforo-zinc óptimo para el cultivo del maíz. Un exceso de fósforo (con un déficit de zinc) puede provocar efectos negativos. Se ha observado la idoneidad de la proporción 30-60 entre ambos elementos.
La Universidad de Córdoba da los detalles siguientes sobre este estudio agrícola:
“Los suelos calcáreos, muy presentes en el entorno mediterráneo, suelen tener una alta deficiencia en zinc, dando lugar a efectos negativos en el crecimiento de las plantas y, por tanto, en los alimentos que llegan al consumidor.
La Unidad de Edafología de la Unidad de Excelencia María de Maeztu-Departamento de Agronomía (DAUCO) comenzó hace unos años a estudiar las consecuencias que tenía este déficit sobre los cereales.
Como resultado de este trabajo, los profesores María del Carmen del Campillo y José Torrent, acompañados de los investigadores Daniel Sacristán y Adrián González, han encontrado el número mágico, es decir, la relación óptima entre fósforo y zinc para el crecimiento del maíz en suelos mediterráneos.
Teniendo en cuenta que el fósforo tiende a amplificar los efectos negativos del déficit de zinc, los investigadores buscaron el equilibrio entre el fósforo y el zinc disponible, ya que si hay un exceso de fertilización con fósforo se desencadenan efectos negativos.
Buscaban cuánto fósforo hacía falta para que la deficiencia de zinc se agravase afectando al rendimiento del maíz, y encontrar así el límite que no se debía sobrepasar.
Se realizó un experimento con 20 suelos diferentes (6 no calcáreos y 14 calcáreos) con diferentes niveles de deficiencia de zinc, a los que se fue añadiendo fósforo a fin de comprobar cuál era la relación entre ambos elementos que mejores rendimientos daba para el maíz.
El resultado es que la proporción ideal entre estos dos nutrientes debe estar en un rango de 30-60.
Así, la aplicación de fertilizantes de fósforo y de zinc en suelos con esta deficiencia debe tener como objetivo aumentar los niveles disponibles de los dos nutrientes, además de equilibrarlos en la proporción adecuada para un buen rendimiento de la planta.
Con este trabajo se da luz a una fertilización más sostenible, de precisión, en la que se añade al suelo justamente lo que necesita la planta sin excederse, tratando de no alterar el equilibrio y, además, ahorrando costes para la comunidad agrícola y aumentando el rendimiento de sus cultivos.
En definitiva, conocer bien el suelo y estudiar los nutrientes en su conjunto, teniendo además en cuenta su relación, da una visión más completa y permite una fertilización más sostenible y rentable”.
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