Investigadores del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC), Estación Experimental de Aula Dei (EEAD-CSIC) y Universidad de Zaragoza han establecido las pautas principales de evolución del paisaje pirenaico. Esta investigación se ha basado en dos factores presentes desde hace milenios en la cordillera: La actividad de pastores trashumantes y los monumentos megalíticos.
El estudio ha determinado cuáles han sido los momentos críticos de transformación del paisaje pirenaico.
Ha utilizado información arqueológica e histórica que, a su vez, se ha complementado con datos procedentes de los sedimentos acumulados en lagos de alta montaña (incluyendo polen) y con un complejo análisis estadístico.
Según los investigadores, el desarrollo de la ganadería de montaña tiene un importante papel ecológico, hidrológico y geomorfológico, ya que, a medida que en el Pirineo aumentaron los rebaños, creció también la necesidad de contar con mayores zonas de pastos.
Así, la transformación de amplias zonas de bosque en pastos para su aprovechamiento estival contribuyó de manera decisiva a configurar el actual paisaje de montaña.
La pregunta fundamental que se ha planteado el equipo a la hora de explicar la evolución del paisaje en las áreas de montaña es cuándo se ha producido la deforestación y la expansión de los pastos de aprovechamiento estival: “¿Se produjo en fechas tempranas (prehistóricas), o bien está directamente relacionada con el desarrollo posterior de la trashumancia?”.
Para los investigadores, ésta es una pregunta crítica cuya respuesta permitiría entender mejor los cambios en la cubierta vegetal y sus consecuencias hidrológicas y geomorfológicas.
Más recientemente se han planteado otra pregunta que es, en parte,
complementaria: “¿Puede la distribución espacial de los monumentos megalíticos informar acerca de las pautas del pastoreo en los momentos iniciales de la ganadería en montaña?”.
Mediante el estudio de la distribución de los monumentos megalíticos (136 dólmenes y 259 círculos de piedras) en el Pirineo occidental aragonés, se han identificado algunas pautas básicas de la gestión ganadera durante el Neolítico y la Edad del Bronce, y los rasgos de una deforestación temprana.
Los resultados obtenidos han permitido elaborar un mapa de probabilidades de presencia o ausencia de estos monumentos que permite deducir cuáles eran las áreas de pastoreo preferentes.
Su distribución muestra que los pastores prehistóricos seguían pautas de gestión muy parecidas a las actuales, con utilización de los pastos en dos pisos o ambientes altitudinales contrastados:
– Áreas bajas y accesibles, de suaves pendientes y próximas a cursos fluviales, hacia donde conducían al ganado desde el mes de mayo.
– Zonas de pastos más elevadas que probablemente se aprovechaban desde el mes de julio hasta finales de agosto.
El estudio expone varias conclusiones:
“Estos primeros desplazamientos ganaderos prehistóricos tuvieron una escasa influencia en los cambios del paisaje.
El momento verdaderamente explosivo para la trashumancia en Aragón tuvo lugar mucho tiempo después, en los siglos XII y XIII, cuando se produjo la gran deforestación del piso subalpino, afectando sobre todo a los bosques situados a entre 1.500 y 2.100 metros de altitud.
Esta deforestación, muy rápida y probablemente poco organizada, se refleja con claridad en la presencia de niveles de cenizas en los sedimentos de lagos pirenaicos (debido a incendios del bosque), el aumento de la erosión y de la frecuencia de avenidas fluviales, así como un cambio radical en la composición del polen detectado en esos lagos: Se reduce mucho la proporción de polen arbóreo y aumenta el de las especies propias de los pastos.
La deforestación alcanzó su máxima extensión a lo largo del siglo XVIII, cuando se inicia la decadencia de la trashumancia y el progresivo descenso en el número de rebaños y de ovejas.
Actualmente, aunque existen todavía ganaderos trashumantes que mantienen la vieja tradición, los censos ganaderos (especialmente el lanar) se han reducido muy sustancialmente en las últimas décadas.
Ello explica la actual recolonización del bosque en los pastos de verano, un proceso cuyas consecuencias hidrológicas y geomorfológicas son aún incipientes pero muy importantes, en particular en todo lo relacionado con la acumulación y fusión de nieve en invierno y primavera”.
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Editorial de UPA: “Se nos acaba el tiempo”
UPA firma un nuevo artículo, que lleva por título “Se nos acaba el tiempo”. Aparece publicado en el número 293 de la revista “La tierra de la agricultura y la ganadería”, de la que la propia UPA es la editora. Dice así:
“Por supuesto que siempre ha habido sequías, incluso prolongadas durante varios años, calificadas siempre como históricas desde que hay registros. Por supuesto que los agricultores y ganaderos españoles estamos más que habituados, probablemente como ningunos en Europa, a sufrir la dureza extrema de los fenómenos climáticos de todo tipo. Por algo, con todas sus carencias y defectos, tenemos el mejor sistema de seguros agrarios de la Unión Europea.
Pero hace tiempo, mucho tiempo, que los problemas puntuales con las alarmas climáticas, como la grave sequía de este año, no hacen sino advertirnos de que nos enfrentamos a una situación inédita. Se observa un cambio en el comportamiento del clima provocado por nosotros, los seres humanos, con un desarrollo de actividades de doble cara: por una, nos ha ayudado a progresar y mejorar; y, por otra, ha generado agresiones terribles a la sostenibilidad medioambiental.
En definitiva, que la sequía que estamos sufriendo en España es histórica, sin duda, y que supone un enorme perjuicio a todos los sectores agrícolas y ganaderos; y por extensión al conjunto de la sociedad, porque a veces se olvida que de nuestros cultivos y nuestro ganado depende la alimentación sostenible y a precios justos de toda la población, en España, y en buena parte de Europa y el resto del mundo, que por algo somos una potencia exportadora de alimentos.
También es de valorar y agradecer la rapidez con la que se ha gestionado desde el Gobierno la puesta en marcha de ayudas directas, con prioridad para la agricultura familiar, presionando a su vez a las comunidades autónomas para que actúen en consecuencia.
Todo esto está muy bien. El problema es que estamos hablando de algo mucho más grave, que amenaza nuestro futuro y es necesario actuar ¡ya! con el horizonte en el futuro, en las nuevas sequías por venir, las olas de calor, las lluvias torrenciales que destrozan todo a su paso. En resumen, se ha acabado el tiempo de hablar del cambio climático para actuar sobre el terreno en la adecuación y mitigación, como venimos defendiendo en UPA con nuestros programas sobre la materia.
Hay que actuar sobre los planes hidrológicos, las inversiones en mejora de los actuales y puesta en marcha de nuevos sistemas de regadío más eficientes. Hay que aprovechar todas las oportunidades que ofrecen los progresos tecnológicos, que son muchos y vendrán más, para sacar el máximo rendimiento a cada gota de agua. Hay que acabar con la especulación y los usos indebidos, y aplicar criterios sociales y solidarios entre territorios para que nadie se quede fuera del acceso al agua imprescindible para producir alimentos.
Y todos, desde dentro del sector, las instituciones y lo que antes se denominaba opinión pública, debemos trabajar para evitar que se consoliden falsas verdades en torno al derroche de agua en el campo, al supuesto despilfarro de los regadíos o a la inconveniencia de producir alimentos para la ganadería.
Sólo desde una visión responsable y realista seremos capaces, en definitiva, de dejar de hablar de sequía en cuanto caen cuatro gotas y la ilusión óptica del asfalto mojado durante un rato hace creer que en el campo somos muy exagerados. Estamos ante una tremenda encrucijada, que sí que es histórica, y de nuestra capacidad de respuesta sostenida en el tiempo depende, sin duda, el camino a recorrer en el futuro”.