Se han celebrado las cuartas jornadas técnicas de la trufa negra de la comarca Campo de Daroca, en la provincia de Zaragoza. Allí se han reunido productores, instituciones y empresas especializadas en este producto. Apuestan por “dar a este producto el valor que merece” y ponen de manifiesto “la necesidad de aunar fuerzas bajo la marca España”. Esta cuarta edición de las jornadas técnicas de la trufa negra de Campo de Daroca se ha centrado en la comercialización y distribución de este producto.
Nuria Mignone, project manager en Europe Direct:
“Hay mucha crispación en Aragón por enfatizar si uno es de Zaragoza, de Huesca o de Teruel. Hay que potenciar la fuerza identitaria porque los que vienen de fuera no saben sobre provincias. Estamos en un momento único e irrepetible para la trufa. Es muy importante fomentar la integración de territorios y habitantes, sin competición”.
Óscar Cagigos, de Aragotruf:
“La truficultura es una alternativa a los cultivos tradicionales. El problema es saber vender dignamente las trufas que se producen, así que en seguida nos dimos cuenta de que se tenían que diferenciar. Nos certificamos con el sello PEFC, que garantiza que la producción de trufa se hace de forma sostenible. Gracias a él llevamos una trazabilidad anual muy estricta sobre dónde producimos, cómo lo producimos y dónde lo vendemos”.
“La trufa es medioambientalmente sostenible, pero ¿socialmente? Está en la mano de todos que así sea. El que quiera dedicarse a la truficultura tiene que tenerlo muy claro. Con quince hectáreas no se puede vivir. Hay mucho truficultor con poca hectárea que al final lo tiene como un hobby, pero eso no asienta población. Debería existir una regulación para controlar qué trufa nos entra y es muy importante profesionalizar esta ocupación. Si los productores no apostamos por ello, es imposible”.
“Los truficultores tienen que ser empresarios. No entiendo la guerra que tenemos las tres provincias sobre un mismo producto. Vamos en tres barcos y uno para cada lado. Necesitamos más transparencia y claridad. El año pasado era una guerra de precios por debajo de los costes. Nos tenemos que unir para que esto sea una alternativa a otro tipo de cultivos. No vale vender las trufas a ciento ochenta euros”.
Francesco Loreti Urbani, CEO de Truffleland:
“Me encanta visitar vuestra tierra para entender mejor dónde hemos fallado. El mercado de la trufa está viviendo un boom en los últimos dos o tres años. Hay países en el mundo que hasta ahora no conocían lo que es una trufa. He viajado por muchas partes del mundo, pero la primera vez que vi una plantación trufera en España fue cuando decidí que es el único país donde podría vivir y cultivar trufa porque es ideal para este cultivo. Sin duda alguna, la trufa une a todo el mundo. Gracias a vuestras inversiones y producción de trufa podemos decir que existe un mercado de la trufa, así que muchas gracias”.
José María Serentill, fundador de Laumont:
“Hay que apostar por ir todos juntos de la mano. El precio lo regula el consumo. Si no hay consumo, la trufa no vale nada. Lo primero que hay que hacer es promocionar el consumo. Hay que ir al consumidor. Hay que salir al extranjero. El noventa por ciento se vende a otros países. Todo lo que sea promocionar el consumo es positivo y para hacerlo tenemos que unir fuerzas como sector. La trufa sale de España, y Francia la vende como trufa francesa, pero la culpa la tenemos nosotros. Empresas y productores debemos ir de la mano, no somos enemigos”.
Gerard Llorens, manager de Laumont:
“Hay que luchar por la marca España. Fuera de nuestras fronteras el consumidor piensa que la trufa es italiana o francesa, y sin embargo más del ochenta por ciento de la trufa es española. Ellos tienen el marketing y no podemos vender al mismo nivel, porque el consumidor no nos ve igual, ya que piensa que son ellos los grandes productores de trufa y es España. Hay que defender la marca España. Ellos no han sido capaces de adaptarse a los nuevos tiempos y técnicas como los españoles”.
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