La lluvia es bien recibida en términos generales por agricultores y ganaderos; sin embargo, cuando llega de forma excesiva, pueden comenzar los perjuicios y el descontento. La cereza es el ejemplo más claro en Aragón de la inconveniencia de llover en determinados momentos. Se llega a calcular en un tercio la pérdida de cosecha por mal cuajado y por las lluvias en plena recolección (o fase final de maduración).
Las tormentas (sobre todo las que van acompañadas de pedrisco) están provocando daños en viñedos y en frutales.
El año hidrológico está siendo muy rico en precipitaciones, lo que ha provocado muchas complicaciones de sanidad vegetal en los cultivos de invierno.
Tampoco ha ayudado en los primeros cortes de la alfalfa, y es que los agricultores de regadío (sobre todo en años como éste en los que hay abundante agua en los embalses) prefieren días de sol y calor (para la alfalfa, el maíz,…).
La ganadería extensiva es la gran beneficiada de la lluvia, dado que la abundancia de pastos permite tener alimentación de calidad sin costes añadidos (que son el gran hándicap económico en años marcados por la sequía).
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